—Una característica de lo milagroso, es que
sorprende —me dijo—. Es una novedosa luz que da claridad pero que en realidad
siempre estuvo ahí. Es crecimiento, es comprensión.
Después de varios fallidos intentos de
encontrar lo Real, no fue sino hasta que el Sr. Escargot se reconoció en los
espejos del mundo que logró adquirir en su poder una fórmula milagrosa que
desaparece el tiempo, él le llama Presencia.
El Homme Escargot es un intronauta. Su corazón
es una espiral infinita y el mío es un fractal de huecos, porque cuando miro en
mi pecho, cabe todo ¡todo el mundo! Bienvenidos sean mis enemigos, que yo les
daré el amor que no les dieron de pequeños.
—Yo también tengo un milagro, Sr. Escargot—.
Le dije con timidez.
Yo también tengo un milagro los viernes en que
Venus me estornuda su miel en la cara y me cuenta la historia de lo milagroso.
¡Oh si! Tengo un milagro; es mi Amado ¡Y vaya que es milagro! Porque la Tierra húmeda
le dio forma, textura y aroma a su molde. La Luna extendió sus sábanas para
capturar el rocío al primer albor y después las exprimió en sus venas para
darle vida. Y le llamo mío no porque me pertenezca, sino porque yo decidí ser de él.
Él no siente ser de este mundo y es que
efectivamente no lo es. Su naturaleza va desde lo burdo hasta lo sublime, como
un prisma irregular que en cada una de sus caras descompone la luz de Dios en
tonalidades variadas.
Recuerdo cuando rompí mi labradorita, a esta
se le escapó un grito y alcancé a escuchar lo que dijo; Que en la antigüedad,
la más brillante y verde esmeralda decidió reencarnar en verbo y fue así como
mi Amado obtuvo su verde voz, cuyo destello alcanzo a distinguir aún cuando le
escucho a lo lejos.
Siempre llega con escarcha en la cabeza y yo
disfruto derretirla con mis dedos cuando estamos solos. Otras veces me da a
beber de su saliva; ambrosía que es el remedio que precisa mi sed. Su sexo es
ignición térrea, magma que penetra lo más profundo de mí. Él es el deseo que me
calcina. Me froto en su piel mientras cierra sus ojos como quien se arroja al
vacío sabiendo que va a ser cachado. Entonces aprovecho, me enrosco a su lado,
me escondo en su cuello y me refugio en su esencia. Lentamente respiro sus
poros restregándome con suavidad, pero él fue criado por lobos, así que termino
salvajemente roída. Nadie nunca me desgarró como él, con tal magnificencia. Se
sacude la somnolencia un volcán y entra en erupción.
Antes de verlo, advierto su presencia por su
aroma. Recorre los espacios regando su enervante fragancia y reconozco ésta
como el sendero que orienta mis pasos. Su presencia es siempre un milagro
esperado. Me pregunto si él se sabe sublime como a mí me resulta obvio.
Él es tan fuerte, que lleva un pesado mundo
sobre sus hombros y aún así se despierta temprano cuando tiene que hacerlo.
Tiene un bosque de caoba rojiza en los ojos y a través de su místico brillo es
que se comunica su corazón con destellos en clave morse. Es ahí donde intuyo
cuando algo le tiene desmejorado. A veces parece triste o agobiado. Por algún
motivo falto de pruebas, intuyo que sufre a ratos, pero él es demasiado
inteligente como para sufrir. Lo cierto es que no tengo la menor idea. No sé
qué piensa ni qué siente. Es un misterio, pero me gusta pensar que esta bien,
que solo esta cansado. Entonces toco sus hombros con mis manos, permito que su
rigidez me guíe y pido en mi mente que me permita aligerarlo, cargar un poco de
ese mundo.
Cuando lo conocí mi primera impresión fue que
él era una tormenta en el mar. Eso perdura hasta hoy. Mirarlo es ver un
torrente de energía que impresiona a la par que intimida y estoy segura que eso
no solo lo veo yo.
Es un paisaje de alto contraste, juega con las luces y sombras y al final es
gris; tiene profundidad. Tiene una sombra debajo de sus pies que a veces no se
ve y otras veces se hace muy larga, pero a él no le importa cuando se le
escurre y se le arrastra, como quiera siempre la pisa.
Él es un ser completo, es auténtico.
Una vez me dijo; Tú poética y yo soez, pero el
poético es él, reitero, yo solo soy un humilde gato con buena capacidad de
asombro.
Es hermoso cuando calla y también lo es cuando
teje las palabras; cuando se enoja y cuando analiza; cuando me da la espalda o
lo observo en los reflejos; cuando le miro de soslayo, cuando me mira y me
derrite con una sonrisa o cuando se consume por el fuego de su impaciencia,
pero mi ocasión favorita es cuando se sorprende. Es él tan hermoso que me duele verlo, como cuando se mira al Sol.
Me gusta encontrar su nombre escrito y me
gusta también escribirlo y pronunciarlo.
Mi Amado es veneno y es antídoto.
Me da veneno de desayuno, comida, cena y
colación en el teatro de mi cabeza, donde protagoniza la más cálida y
apasionada identificación. Sin embargo después de cada ingesta me sirve de
postre el antídoto, pues rememorarle es también la gravedad que me recuerda aterrizar mi presencia, por eso me evoca una reverencia. Pienso entonces en lo
fútil de mí, eso me da fuertes bofetadas de desapego y me pregunto qué tan real
soy, que aún no sé nada sobre el amor consciente, no sé a ciencia cierta si mis
esfuerzos van en dirección correcta, pero en verdad trato de entender... quiero
entender.
No, no... Basta. No me den las gracias por
escribir esta vez, que ha sido él quien me dicta. Esto es solo una descripción
fiel a mi perspectiva, para mí objetiva. Quizás todos lo vean así o quizá sea
solo yo porque Dios me dotó de visión excepcional. Es lo que es.
Él es un milagro a simple vista.
-SSLH
09/18